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La cocina

La cocina es uno de los espacios del monasterio que mejor reflejan el paso del tiempo. Utilizada desde el siglo XIV hasta el año 1983, se ha convertido en un testimonio material único de los usos que ha tenido en el transcurso de su historia. Prueba de ello son los distintos utensilios domésticos, las diversas herramientas para picar y moler, los bidones para el aceite, las botas para el vino, las cazuelas, la cámara frigorífica y los fogones que han formado parte de ella.

El espacio, mencionado por primera vez en el año 1364, está situado junto al refectorio (comedor). La disposición de la cocina original se caracterizaba por un techo de gran altura y un hogar central en el suelo. Esta cocina primitiva fue reconstruida en 1602, tras haber sufrido un grave incendio, por el maestro de obras  Joan Flix. El coste de la reforma ascendió a 600 libras, que fueron sufragadas por el Consejo de Ciento de la ciudad. Los fregaderos con pilas de piedra que aún se conservan se instalaron alrededor de 1520. A finales del siglo XIX los antiguos hornos de pan del siglo XVI fueron reemplazados por unos fogones elevados de carbón, la denominada cocina de san Antonio por los azulejos alusivos a este santo que la decoran. Además, se cubrieron las encimeras con azulejos blancos y azules y se instaló la cocina económica de hierro forjado y, posteriormente, la de butano.

La regla condicionaba la vida diaria de las hermanas. Regulaba el tiempo diario y la alimentación, siguiendo unos ciclos a lo largo del año que estaban determinados por el calendario vinculado a esos ciclos. Las festividades que más se celebraban eran los días de Navidad, Todos los Santos, San Esteban y la Asunción de la Virgen, así como las fiestas prescritas por la Iglesia, como el Domingo de Pasión, la Pascua, la Cuaresma, el Domingo de la Santísima Trinidad y el Corpus. La comunidad regulaba el sistema alimentario que se debía seguir, por lo que el año se dividía en dos grandes períodos: el período de ayuno, desde el 8 de septiembre, día de la Natividad de la Virgen, hasta la Pascua, y el resto del año. El consumo de carne era lo que diferenciaba los meses de ayuno, en los que era prácticamente nulo, del resto del año.

El alimento más consumido era el pescado, fresco o salado, sobre todo en períodos de larga abstinencia de huevos y todos los productos lácteos, como el Adviento y la Cuaresma. El alimento básico era el pan blanco, que se elaboraba en el propio monasterio. Completaban la dieta las legumbres, el arroz, las aceitunas, los cereales, las verduras, los frutos secos y la fruta fresca, según la temporada. La miel, base para la confección de dulces, se consumía sola o a menudo mezclada con queso. El consumo de carne, muy restringido según el período, se limitaba a carne salada, sangre y espalda de cerdo, y en las festividades, a carnero y ternera. El cordero se consumía por Pascua, igual que los flaones.

 

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