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La sala capitular
La sala capitular era el lugar de reunión de la comunidad. Obra de los arquitectos Guillem Abiell y Antoni Nato, se construyó en 1416. De la decoración de la sala destacan las vidrieras policromadas del siglo XV; las esculturas policromadas de la clave de bóveda, que representan El Pentecostés y la imagen de la Virgen con el Niño, del siglo XIV, una de las tres esculturas góticas que se conservan en el monasterio, y los dos paneles pintados que datan del mismo período.
En este espacio, la abadesa y el discretorio, compuesto por las hermanas que ocupaban los cargos directivos de la comunidad, decidían sobre determinados asuntos importantes de la organización del monasterio y de orden interno. El conjunto de la comunidad, formado por monjas de coro, legas, novicias y postulantes, solo acudía a determinados actos.
Las abadesas siempre provenían de este discretorio de carácter eminentemente aristocrático, y hasta mediados del siglo XVI ocupaban el cargo de forma perpetua. Aparte de este órgano de gobierno formado por cuatro o cinco monjas que aconsejaban a la abadesa sobre el gobierno de la comunidad, había otros cargos, como los de procuradora, refectolera, panadera y administradoras de la enfermería y de la sacristía. A las hermanas legas, junto con el personal de servicio, se les encomendaban los trabajos más manuales.
Una vez acabada la guerra y con el retorno de la comunidad del exilio, en 1946 la sala capitular acogió la primera colección de obras de valor y de interés artístico que en 1902 sor Eulària Anzizu había dispuesto en la celda de las Claraboyas, situada en el primer piso del claustro. La exhibición permaneció en dicha sala hasta la inauguración del museo en 1983, momento en el que la comunidad abandonó el cenobio y lo cedió al Ayuntamiento de Barcelona como centro patrimonial abierto a la ciudad.
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