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La abadía

La abadía es uno de los pocos espacios conservados del siglo XIV que, a pesar de haber sufrido varias modificaciones por los usos a lo largo de los años, preserva parte de la decoración mural de principios del siglo en el que fue construida.

Las pinturas de la abadía, elaboradas con una técnica mixta de fresco y temple, fueron descubiertas por Duran i Sanpere, bajo el blanqueo de la pared, en 1938. Representan cortinajes con animales fantásticos y cubren toda la sala. En uno de los muros puede verse una pintura a modo de tapiz rodeada por una orla de motivos geométricos combinados con el escudo del monasterio. Muestra una crucifixión y varios santos: a la izquierda, san Juan Evangelista, santa Clara y santa Eulalia, y a la derecha, las Tres Marías con san Luis de Tolosa y san Francisco de Asís.

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La reconstrucción del techo imita la decoración original de policromía, en la que se alternan los panes o besantes de oro del escudo de los Montcada y los motivos de la casa real, que configuran el escudo del monasterio.

Desde el interior de la sala, a través de unas escaleras, se accede a la celda de Santas Cruces, construida a finales del siglo XV y denominada en la documentación retiro de la abadesa, puesto que constituía su espacio particular. En el siglo XIX se convirtió en la celda personal de sor Eulària Anzizu, archivera y benefactora del monasterio. A finales de la Guerra Civil española (1936-1939), la celda fue ocupada por Agustí Duran i Sanpere, director de Archivos de la Generalitat de Cataluña, para coordinar las tareas de salvaguarda del patrimonio documental.

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