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El claustro de los gatos
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El “claustro de los gatos” representa, como la cocina del monasterio, uno de los espacios más intimistas y que mejor reflejan el paso del tiempo en el cenobio. De tipología bajo medieval, sus inicios, entre los siglos XIV y XV, se definían a través de pórticos y galerías descubiertas que enlazaban el espacio, un patio descubierto, con los edificios de la cocina y el refectorio. Es, de hecho, en esta primera galería donde se disponían los fregaderos para lavar la ropa de la comunidad, definiendo la función que tendría el espacio a lo largo de su historia. Con el tiempo, sin embargo, la necesidad del uso del espacio como lavadero hizo crecer la galería hasta su disposición en forma de claustro actual, con varios armarios alrededor para guardar la ropa y fregaderos para hacer la colada.
La definición del claustro de los gatos como espacio cerrado y porticado sólo habría sido posible una vez definidas las estructuras arquitectónicas que delimitan sus cuatro lados: la cocina, el refectorio y la enfermería, de origen cronológico heterogéneo. Si la cocina y el refectorio podemos datarlos en el siglo XIV y no es hasta finales del siglo XVI o inicios del siglo XVII cuando se define la enfermería, es a partir de este último siglo XVII cuando podemos empezar a definir el enclaustrado final que presentará el espacio. No podemos hablar de una unidad de base en el proyecto de creación del claustro de los gatos, sino en una adecuación del espacio a las necesidades conventuales.
La apariencia que presenta el espacio actualmente es del siglo XIX, y no habría sido posible sin las modificaciones en los muros que soportan las galerías en el siglo anterior, que permitieron cubrir el recinto posteriormente con una cubierta de madera y cristales que con la restauración actual se ha retirado. La última gran remodelación sería en el primer cuarto del siglo XX, en relación con el alzado de los pórticos, que pasan a soportar una cubierta nueva con azoteas transitables, cubiertas de vertientes y una estructura central que soporta un tejado a dos vertientes.
Prueba de su uso continuado es la construcción a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX de dos grandes lavaderos en la parte central del claustro, que se conservan actualmente y que, junto a las pilas de piedra que también se exponen, son testigo sus usos a lo largo del tiempo. Como curiosidad final, el nombre del “claustro de los gatos” es causado por la gatera de la puerta, que permitía el acceso de los gatos desde la cocina a la zona del lavadero, y que todavía puede verse.
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