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La iglesia
El 26 de marzo de 1326 los monarcas colocaron la primera piedra del ábside de la iglesia, que se consagró un año más tarde, el 3 de mayo de 1327, en una misa solemne presidida por los reyes, acompañados por un séquito con los nobles más destacados del país. La iglesia muestra una gran unidad arquitectónica debido a la rapidez con la que se construyó. Mantiene la especificidad del estilo gótico catalán, con una gran sobriedad y monumentalidad, pero también las características propias de la arquitectura mendicante del sur de Europa.
El edificio es de una sola nave, con capillas laterales entre los contrafuertes y cubierta de bóvedas de crucería. Los siete tramos de la nave están rematados con claves de bóveda que representan los gozos de la Virgen, con la coronación y el escudo real en el espacio del presbiterio y, en el extremo opuesto, una representación de Cristo resucitado mostrando los estigmas. La planta, ejemplo de arquitectura gótica catalana, es de una gran unidad formal y destaca por los tres coros conservados: el alto, el bajo y el central o coro de los frailes. El coro alto estaba reservado a las monjas de clausura y comunica con el dormitorio a través de la sala del Ángel. El coro bajo, también destinado a las monjas y separado de la iglesia por un muro y una reja, se utiliza todavía hoy para las oraciones diarias. El coro de piedra con sillería de madera de pino situado en el centro de la iglesia se construyó para los frailes que acompañaban las misas con cantos.
La reina Elisenda realizó una dotación de dinero para que cada sacerdote tuviera asignada una capilla, de la cual era «beneficiario». La institución de un beneficio suponía la creación de un altar y la devoción a un santo. Los sacerdotes beneficiarios decían misa en la capilla, administraban las donaciones y se encargaban de mantener los objetos litúrgicos.
El presbiterio alberga la tumba de la reina Elisenda, vestida con manto y atributos reales. En las capillas se pueden ver sarcófagos de otras familias nobles, como el de Elionor de Pinós i Montcada o el de Constança de Cardona, y también de personajes ilustres, como el conde Eusebi Güell.
A finales del siglo XIX, la iglesia fue objeto de una profunda restauración a cargo del arquitecto Joan Martorell. Siguiendo las tendencias en restauración de la época, se pulieron los muros, lo que posiblemente provocó la pérdida de los restos de pinturas originales.
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