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El siglo XIV: la fundación del monasterio
El monasterio de Pedralbes fue fundado por la reina Elisenda de Montcada en el año 1327 con el apoyo de su esposo, el rey Jaime II, quien quiso que la iglesia estuviera dedicada a santa María. Con la fundación del monasterio, Elisenda, de fuertes inquietudes espirituales, pretendía redimir sus pecados y los de su familia. Mas Pedralbes, situado en el antiguo término de Sarrià, fue el emplazamiento elegido por la reina para la construcción del cenobio. El nombre de esta casa está documentado desde el año 986 y proviene del topónimo Petras Albas, en referencia al color blanco de la cantera próxima, a los pies de la montaña de Sant Pere Màrtir, donde estaba ubicada. El lugar era idóneo porque estaba cerca de la corte de Barcelona y de los núcleos habitados, pero lejos del bullicio de la ciudad.
Para la construcción del monasterio, edificado en tres niveles sucesivos, se aprovechó la pendiente suave de la montaña y se utilizaron las terrazas naturales del terreno y algunas de las estructuras del inmueble. Así, en la parte más alta, se ubicó el dormitorio; en el nivel intermedio, la iglesia, umbral entre el mundo material y el espiritual, y en el nivel inferior, los huertos. Además, dada la delicada salud del rey, Elisenda mandó construir un pequeño palacio junto al monasterio para retirarse, una vez viuda, con las mujeres de su familia.
El 1 de febrero de 1325 el papa Juan XXII otorgó la bula que confirmaba el permiso para construir el monasterio, y el 26 de marzo de 1326 los monarcas colocaron la primera piedra del ábside de la iglesia, consagrada el 3 de mayo de 1327 en un acto solemne. Tras la ceremonia, ingresó en el monasterio la primera comunidad, formada por 14 monjas y 15 novicias procedentes del convento de clarisas de San Antonio de Barcelona, bajo la dirección de la abadesa sor Sobirana Olzet. El monasterio ya era habitable, pero aún faltaban estancias que se irían construyendo a lo largo de los años.
En 1328, poco después de la muerte de Jaime II, Elisenda trasladó su residencia del Palacio Real Mayor de Barcelona a las estancias del palacio que había mandado construir junto a Pedralbes y que no abandonaría hasta su muerte, en 1364. En su testamento, Elisenda dejó escrito que se derribara el palacio una vez hubiera fallecido. A pesar de su retiro, la reina, en calidad de consejera, no permaneció al margen de la vida política del reino ni de la propia comunidad de clarisas, para quienes dictó cuatro ordenanzas y a las que legó la mayor parte de sus bienes. El monasterio de los primeros tiempos fue regido por los linajes más representativos de la nobleza y la burguesía catalanas, como los Montcada, los Pinós, los Cardona, los Cruïlles, los Centelles, los March, los Castellet o los Bastida.
Las donaciones y el legado testamentario de la reina, la exención del pago de ciertos impuestos parroquiales y del obispado, y la protección de la casa real y del Consejo de Ciento de Barcelona a partir de 1357 otorgaron al monasterio una independencia económica y una importancia única dentro de la Iglesia. Pedralbes llegó a disponer de un importante patrimonio que se extendía por toda Cataluña, lo que le confirió un peso político y social preponderante a lo largo de su dilatada trayectoria histórica.
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