En el año 1533 se llevó a cabo una importante reforma en el dormitorio, con la construcción de un artesonado de madera que rebajaba la altura de la estancia, y también de varias celdas a los pies de la nave, a un nivel superior. Una de estas celdas sería la de la abadesa Teresa de Cardona, como muestra el escudo de la bóveda.
Tras años de conflictos en el seno de la comunidad, que no aceptaba la intromisión real en la designación de las abadesas del monasterio, finalmente el rey Fernando impuso a su hija natural, María de Aragón, para llevar a cabo una reforma monástica. Sor María, que había profesado como agustina en el convento de Madrigal (Ávila), se trasladó a Pedralbes en el año 1514 para introducir una reforma monástica que pretendía el retorno a la austeridad y la implantación de una nueva forma de espiritualidad. Sucesora suya, Teresa de Cardona, prima del monarca y procedente del convento de Jerusalén de Barcelona, profundizó en estas reformas que afectaban principalmente a la clausura y que imponían el rigor en la forma de vida. La entrada de un tipo de espiritualidad más intimista propició la construcción de pequeñas estancias o «celdas de día», como la de la propia sor Teresa, que se ornaban con retablos y pinturas que provenían, en algunos casos, de los Países Bajos, origen de este tipo de devoción, conocida como Devotio Moderna.
A principios del siglo XVI, se inició un proceso de colonización de antiguos espacios conventuales comunes mediante la proliferación de celdas individuales destinadas a la oración privada, especialmente en torno al claustro y a la última planta de la enfermería nueva. Este proceso vino acompañado de una asimilación progresiva de modelos arquitectónicos y ornamentales hispánicos.
La construcción de estas celdas privadas supuso la proliferación y superposición de numerosos espacios nuevos, de pequeñas dimensiones, que muy poco tenían que ver con las grandes campañas constructivas del pasado. Los mandatos de abadesas como Teresa de Cardona Enríquez y María de Aragón, procedentes de la familia real, ponen de manifiesto que las monjas de Pedralbes ya no pertenecían únicamente a los grandes linajes locales, sino también a los castellanos. De esta evidencia se desprende la irrupción de nuevas soluciones materiales y estéticas hasta entonces poco usuales en la arquitectura barcelonesa, pero recurrentes en la tradición constructiva aragonesa y castellana. Lo que podría definirse como hispanización arquitectónica del monasterio se tradujo en la incorporación masiva del ladrillo en la construcción de tabiques, así como su revestimiento ornamental por medio de acabados en yeso. Estas nuevas soluciones materiales desarrollaron, además, nuevos recursos ornamentales procedentes del último gótico plateresco y del primer Renacimiento de raíz hispánica.