Según mandaba la regla, la comunidad se reunía en el refectorio para las principales comidas del día. Se comía en silencio, mientras una hermana leía fragmentos de la Biblia o de otros textos sagrados.
La cocina del monasterio ya aparece en el inventario del año 1364, pero la actual es fruto de distintas reformas efectuadas, principalmente, en los siglos XVI y XIX.
Pese a lo que disponía la regla, parece ser que las hermanas no empezaron a comer juntas hasta el día de San Juan del año 1494. Para celebrar dicha festividad, se sirvió una comida especial con cabrito, queso y frutas. Para la ocasión, se compraron expresamente 40 cucharas de madera, que debía de ser el número de monjas que formaban la comunidad. Poco después, en 1516, la nueva abadesa, sor María de Aragón, adornó la cabecera de la gran sala con unas pinturas y un conjunto escultórico del que solo ha llegado hasta nuestros días el escudo de la abadesa.
Junto al refectorio se encontraba la cocina, que fue reconstruida en 1602, tras un incendio, por el maestro de obras Joan Flix. La reforma costó 600 libras, que fueron sufragadas por el Consejo de Ciento de la ciudad de Barcelona. De la cocina original se conservan unas pilas de piedra.
El cuerpo del refectorio actual, que configura el cierre meridional del claustro, fue construido durante la segunda mitad del siglo XIV, momento que algunos estudiosos han asociado al desmantelamiento del palacio de la reina. Esta construcción de grandes proporciones da una idea del crecimiento que experimentó la comunidad monástica de Pedralbes en aquel tiempo.
El inventario de Sibil·la de Queixans, de 1364, ya alude a la presencia de un refectorio en este lado del monasterio. En este sentido, las evidencias materiales indican que la pared exterior del actual refectorio es de época fundacional. Aun así, este espacio fue modificado poco después con la construcción de contrafuertes y un nuevo muro de cierre hacia el claustro, realizado con sillares más grandes y regulares. Estos nuevos paramentos recogían el empuje de los grandes arcos diafragma que sostienen la cubierta a dos aguas del edificio, construidos ya a principios del siglo XV. La estructura gótica original permitía ver, entre arco y arco, el envigado de madera, y debía de presentar un sistema de aberturas distinto del actual. Este espacio no tendría sentido sin la contigüidad de una cocina. Pese a su actual apariencia barroca, los testimonios arquitectónicos conservados en este edificio indican que su construcción fue sincrónica con la cubierta del refectorio, es decir, de la primera mitad del siglo XV.