En esta estancia se reunía el conjunto de las hermanas bajo la presidencia de la abadesa para tratar los temas de mayor importancia para la comunidad, tanto de tipo económico —con la presencia del procurador general— como de ordenamiento interno. Estas reuniones recibían el nombre de capítulos, de donde deriva el nombre de la sala.
Siguiendo lo dictado por la regla de san Benito, la de las clarisas contemplaba la obligación de que la abadesa convocase a las hermanas a capítulo al menos una vez a la semana. En esta reunión, la abadesa exponía los asuntos que afectaban a toda la comunidad, para poder tomar decisiones tras haber escuchado la opinión de todas ellas. También era en estas reuniones donde las hermanas debían exponer públicamente las ofensas que habían podido cometer contra otras hermanas, así como el incumplimiento de algún punto de la regla. Esta reunión se llevaba a cabo en la sala capitular, que recibía el nombre derivado de este acto. Parece ser que hasta 1418 el monasterio no contó con una sala expresa para dichas reuniones.
Varios documentos explican que también era en la sala capitular donde la abadesa y el resto de las hermanas que regían la comunidad recibían a los consejeros de la ciudad de Barcelona cuando acudían al monasterio para apoyar a la comunidad en sus necesidades, aun contraviniendo la clausura.
Aunque las evidencias físicas indican que este espacio quedó definido en época fundacional, es decir, hacia la primera mitad del siglo XIV, la primera referencia documental de la sala capitular data del año 1418. Por otra parte, a lo largo de los siglos la estancia experimentó sucesivas obras de reforma y mejora.
En el año 1325, antes del inicio de las obras del monasterio, Constança de Cardona i Pinós —a quien corresponden los escudos que adornan los pilares de la puerta de acceso— realizó una donación para la construcción de la sala capitular. Sin embargo, las primeras noticias referentes a este espacio no aparecen hasta principios del siglo XV. En origen, el edificio tenía una cubierta a dos aguas, coronamiento que fue desmontado en la reforma dirigida entre 1415 y 1419 por el maestro Guillem Albiell. En aquel momento, se construyó la bóveda de crucería actual, que supuso el refuerzo estructural del edificio por medio de la adición de contrafuertes en los ángulos exteriores. En esta misma intervención, se excavó una nueva planta subterránea que significó el cambio de cota y materiales del pavimento del capítulo. La decoración del capítulo fue llevada a cabo a partir de 1420 por el artista Pere ça Closa, quien policromó los elementos escultóricos de la sala.