Sepulcro de la reina Elisenda

(1346-1364)

La reina murió en el mes de julio del año 1364 y fue enterrada en el sepulcro bifrontal que había mandado construir en el propio monasterio. En el lado de la iglesia, está representada como soberana con todos los atributos reales, y en el interior del claustro, con el hábito de penitente.

El testamento de la reina ordenaba que el palacio fuese desmontado tras su muerte, con la voluntad de que su presencia en el monasterio quedase solo recordada por el sepulcro. El monumento se construyó en el muro que separa la iglesia y el claustro, en el espacio del presbiterio, el lugar más relevante de la iglesia reservado únicamente a los oficiantes, bajo los pies de la Virgen.

El conjunto monumental es una clara representación de la personalidad de Elisenda: por un lado, se muestra al mundo con todos los atributos de reina, como la corona, el manto y el anillo real; y, por otro, se presenta con el hábito de clarisa, con el cordón de la orden, visible solo a los ojos de las religiosas, que debían rezar por anticipado por la salvación de su alma y la de los suyos, motivo por el que había fundado y dotado al monasterio, al que dejaba todos sus bienes.

Desde su fundación, el monasterio de Pedralbes estuvo destinado a albergar la residencia de la reina viuda, tanto en vida como después de su muerte. El sepulcro de Elisenda de Montcada fue ubicado junto a la cabecera de la iglesia, con el fin de tener presencia tanto dentro de la clausura como fuera.

Fechado hacia la década de 1340, se desconoce la autoría de este panteón, realizado en mármol policromado y situado en el muro de separación entre la iglesia y el claustro, con dos caras disímiles afrontadas a los dos espacios. Cabe destacar que en la época en que se construyó aún no se habían edificado las galerías de aquel lado del claustro, lo que permite deducir que el proyecto del panteón debía plantearse probablemente para que fuese visible desde todo el recinto claustral en todo su tamaño. Con el tiempo, la necesidad de unificar la circulación de los distintos niveles del claustro obligó a la construcción de las galerías adosadas a la iglesia, lo que provocó la compartimentación visual de su alzado y su ocultación tras los arcos.