El blog del museu
Títol
Santa Eulàlia en el monasterio
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Introducció
La tradición de la celebración de Santa Eulàlia al Real Monasterio de Santa Maria de Pedralbes
Las relaciones entre el Real Monasterio de Santa Maria de Pedralbes –fundado el 3 de mayo del 1327- y el Ayuntamiento de Barcelona se remontan al 13 de octubre del año 1357, fecha en que, ante la petición de la reina Elisenda de Moncada al Consell de Cent de la ciudad, se firmó un documento en el cual el consistorio ponía bajo su especial protección el monasterio para asegurar el futuro.
Las donaciones y el legado testamentario de la reina, la exención del pago de ciertos impuestos parroquiales y del obispado, y la protección de la casa real y del Consell de Cent de Barcelona a partir del 1357 otorgaron al monasterio una independencia económica y una importancia única dentro de la Iglesia.
Desde finales del siglo XIV tenemos constancia de varias donaciones de dinero por parte del Consell al Monasterio para llevar a cabo diversas obras. A partir de los siglos XVI y XVII son diversos los documentos que recogen la visita que los miembros del Consell llevaban a cabo anualmente al monasterio para constatar las necesidades de la comunidad y reconocer las obras que se llevaban a cabo con las donaciones de la ciudad.
Gracias a estos documentos podemos conocer al detalle el protocolo de la visita, que estaba muy establecido. Contemplaba la llegada de los consejeros, el atuendo de estos con el vestido y distinciones propias del cargo, la entrada al monasterio y la recepción por parte de la abadesa en la sala capitular con el ofrecimiento de una pequeña comida por parte de la comunidad.
Recogiendo esta tradición, una vez inaugurado el museo del monasterio de Pedralbes en el año 1983, se decidió retomar esta costumbre, por iniciativa del alcalde Pasqual Maragall, para visualizar el compromiso entre el monasterio y la ciudad. De este modo, durante la visita se podría hacer revisión de las actuaciones hechas durante el año anterior y los proyectos presentes y futuros previstos por los departamentos de Cultura y Urbanismo del Ayuntamiento.
A partir del momento en que se designó la festividad de Santa Eulàlia como copatrona de la ciudad de Barcelona y se fijó el protocolo de todos los actos, se instituyó que, por la mañana, el pleno de la corporación presidida por el alcalde, acudiría al Monasterio invitado por la Comunidad de clarisas y se seguiría un protocolo parecido al que recogían las visitas de archivo conservadas, con el ofrecimiento de un almuerzo en el refectorio del cenobio. En este almuerzo, las hermanas ofrecerían una cata del mató de Pedralbes.
El mató de Pedralbes es un referente gastronómico popular de la ciudad condal desde finales del siglo XIX, si bien su origen se remonta a la edad media, acompañando (otros) postres como los quesos, los flaons o el brossat. Elaborado a partir de la coagulación de la leche mezclada con agua, canela, limón y almidón, la receta del que también se conoce como mató de monja ha pasado de generación en generación entre las hermanas del Real Monasterio de Santa Maria de Pedralbes. No es una receta inmutable, dado que cada hermana ha aportado su parte, pero siempre se ha mantenido dentro de los muros del monasterio, por mucho que ya desde finales del siglo XIX se ofreciera una variante a las diversas fondas de los entornos Pedralbes.
Este año, sin embargo, la festividad de Santa Eulàlia representa un punto de inflexión en la historia del monasterio por la decisión de las tres últimas monjas clarisas de Pedralbes de trasladarse a la fraternidad de Santa Clara de Vilobí d'Onyar, a Girona, poniendo fin a casi 700 años de presencia prácticamente ininterrumpida. Si bien la decisión ha sido tomada con plena autonomçia por las mismas religiosas, teniendo en cuenta sus necesidades y circunstancias particulares, el Ayuntamiento lamenta su marcha. La presencia de la comunidad de monjas ha sido una parte integral del patrimonio histórico, cultural y espiritual de Barcelona de los últimos siete siglos, y por eso el museo del Real Monasterio de Santa Maria de Pedralbes mantendrá viva su memoria, preservando todo el legado extraordinario que han aportado a la ciudad a lo largo de su historia.
Enric M. Puga