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El blog del museu

Títol

La mina del monasterio

Actualidad

Created date

19/02/2024

Introducció

Esbozamos la relación de subsistencia del monasterio con la mina de agua freática que continúa abasteciendo el cenobio

Los efectos ineludibles de un cambio climático que se acentúa ante la complicidad de gobiernos y grandes empresas han agraviado los desequilibrios intrínsecos de una sociedad que tendrá que hacer frente a una nueva realidad donde los episodios de alerta extrema se consolidarán como una triste tendencia. En esta línea, lejos del victimismo quiescente, pero también del negacionismo más reaccionario, la concienciación, la prevención y la adaptación a este nuevo paradigma definirá los ejes de un futuro que, en caso de no poder reaccionar a tiempo, corre el riesgo de caer en una distopía por el control de los recursos naturales. En este contexto, el recurso más importante es el agua potable y, su acceso, un derecho humano esencial para la vida, pero desgraciadamente no al alcance de todo el mundo, porque la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de 1.100 millones de personas no tienen acceso a una agua potable segura. Es irónico que, si bien el 70% de la superficie del planeta está cubierta de agua, solo un 3% se calcula que es agua dulce, y, de este porcentaje, solo el 1% es de fácil acceso y apta para el consumo humano, que es la que se encuentra en los ríos, en los lagos, los manantiales y el vapor de agua de la atmósfera. No toda el agua dulce es potable, la gran mayoría está almacenada en los glaciares o a la capa freática y necesita un tratamiento y una depuración previa que no siempre se puede lograr. Se trata, en efecto, de un recurso tanto limitado como imprescindible para el desarrollo de la vida, pero incluso un acceso relativamente fácil no está exento de episodios que empiezan a ser más habituales del que tendrían que serlo, como la sequía actual que está afectando el país, la más larga nunca registrada en Catalunya.

Es por eso que el pasado 2 de febrero, el gobierno, con la de la publicación del decreto en el Diario Oficial de la Generalitat (DOGC), declaró la entrada en la fase de emergencia del Plan Especial de Sequía del sistema Ter Llobregat, que incluye 202 municipios de los cauces internos y afecta seis millones de habitantes. Las restricciones, aplicadas una vez las reservas fluviales se han situado por debajo de los 100 hm³ de su capacidad (un 16% de su total), implican una reducción del consumo y, en algunos casos, la prohibición del uso del agua potable de red pública en el riego de zonas verdes, jardines botánicos y huertos urbanos. Para evitar la degradación de estos espacios, siempre que sea posible, el pliego prevé la posibilidad del riego con agua freática o regenerada. ¿Cómo afecta esta medida al monasterio de Pedralbes? ¿Cómo puede el museo mantener la balsa del huerto medieval, los cultivos, el surtidor del claustro y la fuente del ángel? Es, de hecho, gracias a la razón principal por la cual la Reina Elisenda de Moncada decidió elegir el emplazamiento del cenobio cuando lo fundó en 1326: el acceso a una mina de agua subterránea fuera del complejo y ubicada en la montaña de Sant Pere Mártir, muy cerca de la cantera de piedra blanca que originó la toponimia de Pedralbes, del latín petras albas.

Antes de la fundación, la reina se aseguró el abastecimiento de agua para la comunidad de monjas que viviría mediante la compra de la mitad de la mina a Guillem de Sarrià, propietario del terreno. El año 1335, sor Sobirana d’Olzet, la primera abadesa del monasterio, formalizó la plena propiedad que todavía conservan hoy en día. Más allá de la necesidad de proveer el monasterio para su subsistencia y ser necesaria para la gestión de los huertos y las viñas del cenobio, el agua también tenía un papel simbólico por el cristianismo. Como elemento primigenio es el símbolo de la purificación física y espiritual, profana y sagrada, clave en el ritual del bautismo, pero a la vez también es símbolo de abundancia y renovación. Representa el origen de la vida en la tierra, la fuente de la vida, de la creación, y se considera, por lo tanto, un principio eminentemente femenino, como la esencia y la influencia que ha ejercido el monasterio a lo largo de su historia. ¿Cuál es, pero, la relación del cenobio con el agua de la mina que bendijo su fundación? ¿Cómo se organizaba su recorrido? ¿Cómo ha sobrevivido hasta la actualidad?

La mina, conocida como la mina de las monjas, se abastece de agua freática, que es la que se almacena en el subsuelo resultado de las filtraciones de lluvia, por debajo el manto freático, donde el nivel de presión del agua es igual a la presión atmosférica. Es, por lo tanto, un recurso renovable, pero más susceptible de ser permeable a la contaminación. Gracias a la documentación y a la arqueología podemos trazar todo el complejo sistema hidráulico que hacía posible llevar toda el agua de la mina al monasterio, la estructura del cual se ha conservado, con adaptaciones, hasta hoy día. Su mantenimiento requería intervenciones constantes para aprovechar la presión necesaria que ofrecían las diferentes cotas de terreno por donde pasaban las canalizaciones. Los libros de cuentas, planos y varios trabajos conservados bajo el epígrafe “guía de las ayguas”, del 1682 y del 1764-1766, son testigo de estas intervenciones. El agua subterránea de la mina era conducida a través de una canalización hasta llegar al monasterio, previo paso por un distribuidor, conocido como “caseta de l’aigua”, que permitía el acceso al interior de la mina. Este paso, protegido por una pequeña construcción de cubierta con vuelta, fue, de hecho, accesible a pie hasta los años 60 del siglo XX, pero desapareció del todo con la urbanización de la zona por la construcción de las Rondas durante las obras previas a las Olimpiadas del 1992. Esta etapa también comportó la desaparición o alteración otros elementos históricos de la canalización original. El distribuidor de agua, a un metro de profundidad, canalizaba el agua de la mina al monasterio y hacia propiedades vecinas que, por convenio con la comunidad, todavía siguen teniendo acceso a gran parte del agua hoy en día.

Una vez el agua llegaba al monasterio se recogía en la “caseta del Conducto principal de les Aygues”, ubicada en la parte interna de la muralla del monasterio. Circulaba por un conducto, en parte soterrado, a 8 palmos de profundidad, y una vez atravesada la puerta del huerto grande (denominado de les Corts), iba a parar a un “jub” –una arqueta o pequeño depósito a veces sepultado– desde donde saltaba al patio de luces de la cocina y al lavadero para lavar. En este punto caía hacia un respiradero y se bifurcaba en el “Repartidor de las Aigües del surtidor del claustre i de la cuina gran” desde donde se dividía en dos ramales: el primero alcanzaba principalmente los lavaderos del claustro de los gatos, la enfermería, la cocina de la enfermería y desembocaba al huerto pequeño, mientras que el segundo, pasando primero por la cocina, se distribuía por el refectorio, la fuente del ángel y el surtidor central del claustro, para después pasar por el herbolario, las procuras y la bodega e ir a parar también al huerto pequeño. Como vemos, ambos ramales desembocaban al huerto pequeño, concretamente a la balsa donde se recogía el agua para regar y que hoy en día, gracias al proyecto de recuperación del huerto medieval, todavía sigue ejerciendo la misma función.

Desde la balsa del huerto, y a causa del desnivel del suelo y por acción de la gravedad, el agua se distribuía por la red de acequias y sangradores y se repartía por las calles de tierra que se tenían que construir y mantener. Se trataba de un sistema de riego por inundación que se mantiene intacto hoy en día: cuando hay que regar, se tienen que abrir y cerrar las compuertas de hierro y controlar los tapones cerámicos de los canales, que se recubren con un trapo de tela impermeabilizada.

Si bien la explotación de la mina cubría gran parte de las necesidades de la comunidad de monjas, el monasterio tenía otros medios adicionales para obtener agua, como el uso de varias cisternas o pozos. En las procuras, antes del acceso al huerto, todavía se conserva una cisterna construida en el siglo XV, accesible a través de una escalera, a la que la comunidad acudía para recoger el agua, que también se podía recoger con un cubo que se subía con polea desde el pozo.

La importancia de todo este sistema hidráulico que hemos esbozado radica en su persistencia en el tiempo y que haya llegado en gran parto intacto hasta el día de hoy, hecho que se ha podido contrastar con los datos aportados por la documentación del siglo XVII y los trabajos arqueológicos. Las necesidades constantes de la comunidad de monjas clarisas a lo largo de toda la historia han hecho que la explotación hídrica de la mina se adaptara continuamente a la tecnología de la época. A finales del siglo XIX, la necesidad de agua llevó la comunidad a buscarla a través de un pozo que se abrió en el huerto pequeño que primero se utilizó mediante el sistema tradicional manual de recoger el agua con cubos mediante cuerdas y poleas y que posteriormente se electrificó con un primer motor que bombeaba el agua y que finalmente se cambió por uno de más moderno. Hace unos años se volvió a poner en funcionamiento este pozo dentro de un proyecto más general de reparación del viejo sistema de aguas para usos de la comunidad donde también se puso de relieve la necesidad de volver a recuperar la autosuficiencia para la recuperación del huerto pequeño, después de procurar un complejo sistema de tratamiento de toda esta agua.

De este modo, el agua de la mina que históricamente ha alcanzado el monasterio y que ahora vuelve a regar el huerto pequeño y que llena el surtidor central de la fuente del claustro y la fuente del ángel es agua de kilómetro cero que favorece la sostenibilidad y el consumo responsable, dado que su origen es freático y no forma parte de la red pública de la ciudad. Es, por lo tanto, un recurso hídrico alternativo de proximidad, abundante y de calidad que cubre toda la demanda hídrica del monasterio y respeta el decreto de sequía.

Enric M. Puga

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